“El ego considera que podemos controlar nuestra vida de acuerdo a sus preferencias. En consecuencia, ordenamos nuestros días mediante una serie de hábitos y costumbres, suponiendo que todo se mantendrá igual mientras así lo deseemos”. Alicia Schmoller
En la práctica clínica he trabajado con personas que luego de vivir experiencias difíciles se quedan ancladas en su dolor y se victimizan. Sin embargo, existen otras que logran liberarse de culpas, temores, rencores y tomar la experiencia como un suceso que fortalece más allá de no haber sido deseado ni buscado.
Resulta interesante mencionar que en el ideograma chino crisis significa lo mismo como, “peligro que oportunidad”, es el punto donde se derivan 2 vertientes en la cual la persona puede avanzar ó quedarse estancada. La confianza en nuestros recursos nos ayuda a atravesar las crisis. La siguiente historia dejará en claro lo expuesto:
Un viejo campesino sabio vivía en la China con su único hijo y con un caballo que un día escapó.
Al enterarse, su vecino se acercó y le dijo: “¡Qué terrible que hayas perdido a tu caballo!”.
El campesino se limitó a responderle: “¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?”.
Pocos días después, el caballo regresó trayendo consigo seis caballos salvajes.
El vecino, entusiasmado, le dijo: “¡Qué suerte que tienes ahora al tener tantos caballos!”. El anciano volvió a decirle: “¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?”.
Cuando su hijo intentó montar a uno de los caballos salvajes, se cayó y se quebró una pierna.
Nuevamente se acercó el vecino, diciéndole: “¡Qué mala suerte ha tenido tu hijo al lastimarse de esta forma!” y el campesino repitió: “¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?”.
Una semana más tarde, llegaron los soldados del rey y se llevaron a todos los hombres de la aldea para luchar en la guerra y el único que se salvó de ir al frente de batalla debido a su pierna herida fue el hijo del campesino.
El psiquismo entra en crisis cuando se encuentra ante un cambio no esperado en las condiciones de vida. Lo primero que se señala, como reacciones psíquicas globales, es la experiencia de angustia, ya que el psiquismo no dispone de respuesta inmediata frente a un cambio súbito, no está preparado, lo que genera impotencia y depresión debido a que suele venir acompañado de pérdida.
Puede deberse a cambios en el trabajo, emergencia brusca de una enfermedad, modificaciones en la dinámica familiar, pérdida de un ser querido, etc., existiendo en nuestra sociedad una causa particular generadora de crisis: el desarraigo, punto nodal que me interesa plantear en función de ejemplificar el concepto. Enfrentarse a la sensación de desarraigo provocada por la pérdida de redes sociales de apoyo (amigos y familia), al vacío por la falta de referentes en un contexto, a un clima y costumbres diferente es una experiencia que la persona emprende normalmente en soledad.
Comenzaré definiendo a este tipo de crisis como accidentales, situaciones en la que el psiquismo está expuesto a algo imprevisto, que modifica su manera habitual de vivir, su rutina, lo cotidiano asimilado como lo único tolerado y “normal”. Dejar nuestro lugar de origen para decidir vivir en otro puede provocar una situación de crisis que podrá ser superada o no en función de la capacidad de la persona para adaptarse a las nuevas condiciones que plantea el entorno, lo cual no se logra sin el desconcierto que conlleva todo proceso de cambio.
Optar por una elección de vida diferente nos enfrenta ante diversas circunstancias que requieren asumir una posición permeable, posibilitadora de atravesar el proceso de cambio inherente a la crisis en un período de tiempo normal, no muy prolongado. Cuando el psiquismo no logra dar respuestas, no solo no mejora sino que empeora, el tiempo va transcurriendo y la angustia crece cada vez más, nos enfrentamos ante una crisis patológica.
En la clínica es el momento de trabajar para que la persona descubra la verdad de su deseo y pueda decidir como continuar, sin sentirse paralizado por lo desconcertante ni frustrado por una posible elección considerada errónea. El fracaso no debe ser medido por haber elegido algo que tal vez no cubra nuestras expectativas sino por quedarnos pasivos ante la posibilidad de volver a elegir, enajenados ante la capacidad que solo el ser humano dispone: optar… y volver a optar las veces que resulte necesario.
Aprendizaje constante, oportunidad de crecimiento que solo lograremos interiorizar luego de atravesar por un abanico de experiencias matizadas de dolor y felicidad, pero que siempre nos conducirán por la ambigüedad de las elecciones de vida: ganar lo que elijo pero también aprender a resignar lo que dejo.
Renunciar al anhelo de la felicidad absoluta es la condición primordial para vivenciar como positivos diferentes sucesos que en muchas ocasiones se opacan por una postura quejosa propia del insatisfecho.
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