Las rabietas, conductas oposicionistas y la ansiedad generada a partir de nuevas situaciones, son características y esperables a ciertas edades y en ciertos contextos.
A partir de los 18 meses los niños muestran una gran sensibilidad perceptiva y prefieren aquellos ambientes que le resultan estables. Es a los 24 meses que Gesell habla de los “rituales del ritualista”. Donde estas conductas casi compulsivas pueden verse tanto en sus juegos como en sus actividades cotidianas, la preferencia por las rutinas se muestra agradable y brinda seguridad.
Posteriormente comenzará a formarse y a ejercitarse lo que se denomina Función Ejecutiva, que implica aquella posibilidad de mantener funcionando un conjunto apropiado de estrategias de soluciones de problemas para alcanzar una meta.
Abarca diferentes conductas como ser:
- Planificación;
- Control de impulsos;
- Inhibición de respuestas equivocadas;
- Búsqueda organizada
- Flexibilidad de pensamiento y acción.
Russell cree que las áreas prefrontales no están vinculadas especialmente con la memoria o la inteligencia, sino más bien con el establecimiento y condicionamiento de las reacciones emocionales.
Cronológicamente el área implicada en la adquisición de la conducta flexible es la más inmadura al momento del nacimiento y alrededor de los 2 a los 4 años tiene un gran progreso que continúa hasta aproximadamente los 22 años aunque con un desarrollo mucho mas paulatino.
Este proceso madurativo que conlleva las funciones ejecutivas también tiene su correlato psicológico.
Se han estudiado diferentes conductas que dan cuenta del cambio que va produciéndose en el interior.
Ya en los bebes y a partir de los estudios de Piaget vemos como el niño sostiene diferentes conductas repetitivas en el periodo senso-motor.
Comienza partiendo de reflejos innatos (succión, prensión) que se sostienen y ejercitan, algunos sin un motivo aparente y a medida que pasa el tiempo alguno de ellos desaparecen, dando lugar a otra serie de conductas (deglución, manipulación).
Desde una perspectiva freudiana también se alude a estas conductas pero con objetivos diferentes entre ellos; incorporar la ausencia, alcanzar sentimientos de seguridad, o actividades auto eróticas. A partir de ello y luego de lograr un buen control y madurez del sistema estas actividades repetitivas desaparecen, dando lugar a la FLEXIBILIDAD, capacidad que permite cambiar de acción o de pensamiento, en función de los cambios producidos en el ambiente
La flexibilidad conlleva también a la anticipación, capacidad que resulta imprescindible en el desarrollo de las personas dado que crecemos en un entorno que se modifica constantemente y el poder anticipar los cambios nos permite tener una sensación de control frente a lo que ocurre. Saber que nos va a suceder nos prepara para contar con estrategias de afrontamiento.
La ausencia de este control produce ansiedad y miedo, bloqueando las otras habilidades que intervienen en la función ejecutiva. Impidiendo la posibilidad de adaptarse a las diferentes situaciones que debemos enfrentar como seres que se desarrollan en un medio social e inestable.
En síntesis, si bien las conductas repetitivas y desafiantes forman parte del crecimiento y desarrollo de nuestros pequeños, estas serán mas fáciles de manejar si son tratadas desde un contexto estable donde dicha conducta tenga una consecuencia constante, a la que el niño pueda anticiparse decidiendo, cuando su madurez así lo permita, si debe evitarla o no.
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