Alteraciones de la flexibilidad y conductas desafiantes. Características y estrategias de intervención
Entendemos por flexibilidad a la capacidad que permite cambiar de acción o de pensamiento, en función de los cambios producidos en el ambiente ( Hill 2004).
Dicha capacidad se encuentra dentro de lo que llamamos Función Ejecutiva, que implica aquella posibilidad de mantener funcionando un conjunto apropiado de estrategias de soluciones de problemas para alcanzar una meta.
Abarca diferentes conductas de planificación; control de impulsos; inhibición de respuestas equivocadas; búsqueda organizada y flexibilidad de pensamiento y acción.
Estas habilidades contenidas en la Función Ejecutiva dependen del lóbulo frontal, especialmente del córtex frontal.
En la región prefrontal, las actividades cotidianas son altamente complejas y se entremezclan con impulsos nerviosos provenientes del tálamo y del hipotálamo, y probablemente desempeñan un papel importante en las respuestas emocionales.
Russell cree que las áreas prefrontales no están vinculadas especialmente con la memoria o la inteligencia, sino más bien con el establecimiento y condicionamiento de las reacciones emocionales. Es decir, que si las distintas áreas del cerebro funcionan como una red, intercomunicadas, todas las funciones comprendidas en lo que se denomina Función Ejecutiva están interrelacionas, y así la flexibilidad se vinculará con otras capacidades cognitivas.
Cronológicamente el área implicada en la adquisición de la conducta flexible es la más inmadura al momento del nacimiento y alrededor de los 2 a los 4 años tiene un gran progreso que continúa hasta aproximadamente los 22 años aunque con un desarrollo mas paulatino.
Si bien la superficie cerebral a los dos años es casi como la del adulto, el número de dendritas y conexiones neuronales del área del lóbulo frontal es la última en completar su proceso de mielinización.
Este proceso madurativo que conlleva las funciones ejecutivas también tienen su correlato psicológico.
Se han estudiado diferentes conductas que dan cuenta del cambio que va produciéndose en el interior. Ya en los bebes y a partir de los estudios de Piaget vemos como el niño sostiene diferentes conductas repetitivas en el periodo senso-motor.
Comienza partiendo de reflejos innatos que se sostienen y ejercitan, algunos sin un motivo aparente y a medida que pasa el tiempo alguno de ellos desaparecen, dando lugar a otra serie de conductas. Desde los 6m hasta los 12m, también muestran movimientos repetitivos y estereotipados con cierta frecuencia sin tener un objetivo claro más allá del dominio motor en si, alcanzado mediante la ejercitación.
Desde una perspectiva freudiana también se alude a estas conductas pero con objetivos diferentes entre ellos; incorporar la ausencia, alcanzar sentimientos de seguridad, o actividades auto eróticas. A partir de ello y luego de lograr un buen control y madurez del sistema motor estos ritmos desaparecen.
No obstante, a partir de los 18 meses, los niños muestran una gran sensibilidad perceptiva.
Por ejemplo prefiriendo aquellos ambientes que le resultan estables. Es a los 24 meses que Gesell habla de los “rituales del ritualista”. Donde estas conductas casi compulsivas pueden verse tanto en sus juegos como en sus actividades cotidianas, la preferencia por las rutinas se muestra agradable y brinda seguridad.
Como vemos estas acciones tienen su función a determinadas edades pero en los niños con TEA resultan persistentes y por ende cronológicamente inadecuadas. Ya que niegan la posibilidad de adaptarse a los cambios producidos en el entorno que no siempre puede ser controlado o predecible.
”El niño autista desea vivir en un mundo estático, en un mundo en el que los cambios no se toleran. El statu quo debe mantenerse a toda costa. Sólo el propio niño puede permitirse a sí mismo modificar las condiciones existentes. Pero ninguna otra persona puede hacerlo sin producir malestar y cólera. Es preciso que se reitere la totalidad de cualquier experiencia que le llegue al niño autista desde el exterior, a veces con todos sus constituyentes y detalles, manteniendo una identidad fotográfica y fonográfica. La más mínima variación en su disposición, tan sutil a veces que las otras personas apenas la perciben, puede provocar un violento estallido de furia”... (kanner 1943)
La flexibilidad implica una serie de habilidades que necesitan estar a disposición de las personas constantemente. Para Poder ser Flexibles necesitamos:
- Anticipar
- Dar un sentido a la actividad
- Tener Capacidad Generativa
- Tomar decisiones
- Supervisar la acción
La falla en la flexibilidad conlleva también fallas en la anticipación, capacidad que resulta imprescindible en el desarrollo de las personas dado que crecemos en un entorno que se modifica constantemente. Además dentro de las dimensiones afectadas se encuentra la imposibilidad de dar sentido a una actividad. El poder anticipar los cambios nos permite tener una sensación de control frente a lo que ocurre, saber que nos va a suceder nos prepara para contar con estrategias de afrontamiento. La ausencia de este control produce ansiedad y miedo, bloqueando las otras habilidades que se interrelacionan en la flexibilidad.
Estas alteraciones pueden observarse en conductas puntuales, características en niños con TEA, por ejemplo:
- Estereotipias motoras (aleteos y sacudida de brazos, rotación de objetos, giros de objetos o sobre sí mismo).
- Rituales que pueden ser simples o complejos, en relación a actividades de la vida cotidiana (quedar fijado a ciertos itinerarios para ir a la escuela).
- Preguntas obsesivas.
- Realización minuciosa y perfeccionamiento rígido de tareas.
- Oposición a los cambios de comidas, de actividades, de itinerarios (por su dificultad en la anticipación).
- Rabietas, conductas oposicionistas, ansiedad, ante situaciones nuevas inesperadas.
Muchas de estas conductas son, como vimos esperables a ciertas edades y contextos, pero en los personas con TEA se encuentran persistentemente. En estos casos necesitan de una comprensión mucho mas amplia, en donde no se lea una Conducta Desafiante como una oposición al otro o al mundo o como una característica cerrada e inmanejable de las personas con estas patologías, frente a lo que nada se puede hacer y no hay mas remedio que aceptar, sino una manifestación de las posibilidades o limitaciones con que cuenta la persona y el medio en que esa situación se activa.
Así, entendemos por conducta desafiante a aquella conducta culturalmente anormal de tal intensidad, frecuencia o duración que es probable que la seguridad física de la persona o de los demás corra serio peligro, o que es probable que limite el uso de los recursos normales que ofrece la comunidad, o incluso se le niegue el acceso a esos recursos (Emerson 1995).
Es por esto y entendiendo que la conducta desafiante no es una intencionalidad para provocar o desafiar a nadie, sino que refiere a los recursos personales y sociales. Entonces no debemos entenderlo como “culpa” de quien lo manifiesta sino en el contexto en el que se produce y en los recursos que debemos disponer para favorecer que en un futuro ante una situación similar, el comportamiento expresado sea lo mejor ajustado y eficiente en ese contexto.
Perder la rutina, el orden, la estructura, el control, altera la estabilidad del individuo que no tiene modo de generar nuevas estructuras que den coherencia y sentido a los nuevos estímulos, hechos o acontecimientos.
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