Durante el período escolar suelen aparecer muchas conductas y actitudes nuevas en los niños.
Esto no es casual ya que justamente el espacio escolar abre un camino en su vida de relación fuera de la familia, “exogámico” (con los compañeros, niños de cursos superiores, docentes y demás adultos que forman parte de la institución) donde forma parte de un grupo desconocido en su mayoría en que no todos conocen su historia, su nombre, sus preferencias, sus miedos.
También se encuentra frente a la presión del desempeño académico, adquirir nuevos procesos de pensamiento, modificar estructuras cognitivas y de interacción con la autoridad, en síntesis…CRECER.
Este hecho, la escolaridad, por mas normal que sea, trae aparejada varias consecuencias que no siempre son tenidas en cuenta y a menudo se rotula a niños de incapaces, flojos, distraídos en el mejor de los casos, otras veces, sin tanta suerte, nos encontramos con pseudo profesionales que a partir de un aspecto pueden generalizar y diagnosticar, encasillando a los niños en diferentes categorías inquebrantables y muchas veces permanentes que tienden a estigmatizar al estudiante por el resto de su vida escolar:
Trastorno, Déficit Atencional, Hiperactivos, Hiperkineticos, etc.
Es natural y parte del desarrollo humano que un niño de dos o tres años no puedan prestar atención a un cuento muy largo, este debe estar adaptado en la narración y en sus gráficos, especialmente para esa edad.
Es en la primera infancia de aproximadamente entre 1 año y los 5/6 que cada edad tiene su propia característica muy especifica al desarrollo motor, cognitivo y psicológico. Un año puede marcar una diferencia cualitativa muy grande en el momento de agrupar actividades y es ahí en esa CAPACIDAD que presenta cada periodo etáreo, donde debe apoyarse todas las actividades programadas.
Igualmente, los periodos de atención y las posibilidades de interactuar con otros, se van ampliando conforme madura el sistema nervioso central y las diferentes estructuras cognitivas que intervienen en la enseñanza. Teniendo una principal relevancia la motivación y los estímulos que se brinden, facilitando desde el contexto social, este crecimiento naturalmente biológico.
De la misma forma, cuando un adolescente adopta una actitud oposicionista de rebeldía y cuestionamiento a las normas o para con sus mayores, no estamos ante la presencia de un Trastorno Antisocial o problemas de Adicción sino, ante la presencia de las características más clásicas de la edad. Provocando todo un reto para poder sortearlas y conducir la enseñanza hacia las metas propuestas por el adulto, teniendo pleno conocimiento y manejo, aun con esos condicionamientos madurativos y sociales que presenta cada caso en particular.
Resulta imprescindible reflexionar sobre nuestra práctica, nuestras expectativas de logro y sobre todo de nuestra capacidad como adultos frente a niños que deben aprender y crecer armónicamente.
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