La culpa es un sentimiento de responsabilidad que surge por un daño causado, por acción u omisión.
Por mi culpa mi mamá sufrió demasiado (confiesa una mujer llorando)
Los psicólogos se refieren a ella como “la diferencia entre lo que hice y lo que debía haber hecho”, o “la diferencia entre lo que quiero hacer y lo que debo hacer”.
La culpa es el sentimiento:
- Más negativo del ser humano.
- Más difícil de manejar.
- Más poderoso para influir en nuestros pensamientos.
- Más utilizado para manipular personas.
- Más profundo en nuestra mente.
- Más dañino para nuestro desarrollo personal.
Es una emoción que paraliza por completo nuestro potencial. La culpa tiene el poder de obligarnos a boicotear nuestros propios proyectos personales.
Vivir con culpa nos hará actuar en contra de nosotros mismos y seremos eternamente insatisfechos, como victimas permanentes de lo que nos tocó vivir.
La culpa interfiere con nuestras necesidades básicas.
El sentimiento de culpa interfiere la satisfacción de las necesidades básicas físicas, emocionales, intelectuales y espirituales.
Los seres humanos tenemos que satisfacer estas cuatro necesidades para poder sentirnos libres, y el hecho de que nos falte alguna de ellas hará que nunca podamos ser felices.
Saber identificar la culpa, conocerla, saber cómo opera y aprender a lidiar con ella marcará un antes y un después en nuestras vidas adultas.
La sociedad, la religión y la familia son los lugares comunes donde la culpa juega el papel de guardián protector de la moral, carcelero y verdugo mental.
¿Así me pagas, después de todo lo que hice por ti? (le dice una madre a su hija)
En la moral, la culpa ocupa un lugar fundamental que nos obliga a obrar en la forma en la que se considera que todos deberíamos actuar.
De no hacerlo, el individuo se verá condenado a una vida de tortura psicológica que podría llevarlo a desarrollar una tristeza profunda y la imposibilidad de luchar por sus propios deseos.
Si desde pequeños nos aturden con el sentimiento de culpa, llegaremos a adultos entendiendo que no somos libres, y que todo lo que hagamos afectará la vida de otros, especialmente cuando hagamos cosas por nosotros mismos.
La culpa nos hace ver la vida en base a obligaciones y responsabilidades. Nos hace depender de los otros de una forma enfermiza, alimentando un círculo vicioso de infelicidad.
La culpa es tan antigua como complicada.
La culpa está entre nosotros desde el inicio de los tiempos. Hizo que Adán ya no pueda mostrarse desnudo ante Dios.
Resulta que, por hacerle caso a Eva y comer el fruto prohibido, la culpa lo invadió y a partir de entonces se acabó su prosperidad dentro del jardín del Edén.
Adán sentía culpa, por un lado, y Eva tenía la culpa de lo sucedido, por otro.
¿Y la capacidad de Adán de no comer el fruto prohibido? Adán podría haber dicho “no quiero” y la historia seria otra, pero no lo hizo. Y a partir de entonces (¿por culpa de Adán?) esto se trata de víctimas y victimarios: Adán es la víctima y Eva la victimaria.
La culpa tiene una víctima y un victimario, y acaba con el libre albedrío de la víctima. La culpa no te permitirá elegir libremente.
La caída de Adán perdiendo su derecho al jardín del Edén simboliza a “la víctima” sufriendo merecidamente todo tipo de privaciones.
Nos prohíbe el derecho a disfrutar del Edén. Así de retorcida es la culpa, y funciona de manera invisible, como un virus.
El remordimiento
Primero sentimos culpa y ella se instala en nuestra mente. Una vez que se acomoda, libera los remordimientos, que son sus perros guardianes.
El remordimiento patrullará tus pensamientos día y noche. Incluso te visitará en sueños. Su propósito es detener tu avance y alejarte de tus objetivos.
Podrás notar su presencia si detectas una voz interna que te dice en todo momento “no podré hacerlo”, “por qué tomé esa decisión”, “en qué estaba pensando cuando creí que podría lograrlo”.
Su objetivo es convencerte de que no puedes alcanzar una meta. El remordimiento tiene que disuadirte de continuar con tus planes. Trabaja para la culpa, generando en tu mente pensamientos auto limitantes.
Un dato interesante del remordimiento es que necesita de tu permiso para poder trabajar.
Si tu no le das permiso, el remordimiento desaparece, pero si no lo controlas a tiempo, el remordimiento empezará a definir caminos muy específicos de tu conducta.
Identificarás que está sucediendo esto si tienes pensamientos muy rígidos alrededor de determinados temas.
“Cómo puedo irme de vacaciones cuando mi familia esta pasando un mal momento.”
Si generaste tu propio dinero, tienes tiempo y te lo mereces, puedes irte de vacaciones unos días.
Es tu dinero, tu tiempo, tu descanso y no le haces un mal a nadie.
Si no puedes por remordimiento, tienes que saber que ese sentimiento seguirá creciendo, a medida que se lo permitas, y poco a poco dejarás de hacer otras cosas. Tu vida pasará y el remordimiento habrá cumplido con su cometido.
Detectar y analizar en terapia nuestros pensamientos rígidos es lo ideal para desbloquear el camino de nuestro desarrollo en plenitud.
Identificar pensamientos del estilo “me siento culpable por la separación de mis padres” o “mi mamá no pudo estudiar por criarme” pueden ser un buen inicio.
Desde que el mundo es mundo existe gente sintiendo culpa por ser feliz. Quien escribió el mito de Adán y Eva lo sabía.
La buena noticia
Si bien la culpa es muy fuerte y difícil de detectar, nuestra inteligencia y capacidad de razonamiento son mas poderosas.
Con un poco de voluntad y esfuerzo podemos quitarle protagonismo y avanzar. Debemos analizarnos con inteligencia para detectar pensamientos rígidos.
Un ejemplo sería una persona que siente culpa por tener un matrimonio feliz. Son casos usuales en terapias de todo el mundo. Sin saber por qué lo hacen, boicotean su relación de pareja.
Detectar un pensamiento oculto de la forma “¿Cómo puedo ser feliz cuando mi mamá, mi hermana y mi tía están separadas y solas?” puede ser un buen comienzo.
Antes de llegar a este punto se pasaron por instancias menores, donde los remordimientos fueron tomando fuerza poco a poco.
“¿Cómo puedo comprarme zapatos nuevos cuando debería comprarle ropa a los niños?”, siendo que a los niños no les falta nada porque no se trata de un problema económico.
Existe un momento en nuestras vidas adultas donde tenemos que darnos cuenta que si nosotros no satisfacemos nuestras necesidades básicas, nadie lo hará.
Debemos dibujar en nuestras mentes lo que deseamos que nos suceda e identificar las culpas que impiden que nos acerquemos a nuestras metas.
Todos los seres humanos tenemos derecho a ser felices, pero todos cargamos con nuestras culpas.
Tenemos que aprender a liberarnos de ese peso, quitando de nuestros hombros el dolor de esos mensajes heredados.
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